Desempleados sin formación, desempleados eternos

Los desempleados sin formación se están convirtiendo en desempleados eternos.

Todos tenemos dificultades en estos tiempos, los que no han perdido su puesto de trabajo viven bajo la amenaza de que en cualquier momento la empresa cierre, o se haga una reestructuración de personal, o se apruebe un ERE…las posibilidades son infinitas al igual que nuestra capacidad para la angustia.

Aquellos que lo perdieron y han tenido la suerte de volver a reincorporarse al mercado laboral descubren estupefactos que las condiciones
son precarias y los sueldos a los que pueden aspirar paupérrimos, insuficientes para mantener no ya el ritmo de vida anterior, si no que apenas les da para subsistir, y a saber por cuanto tiempo podrán mantenerlo.
Después está el tercer grupo, los que perdieron su empleo y llevan meses en paro tratando de encontrar un puesto de trabajo.

Dentro de este grupo, la inmensa mayoría no poseen apenas formación ni titulación, sí cuentan con experiencia en puestos concretos, pero esto ya no sirve, basta con meterse en la vorágine de la búsqueda de empleo para darse cuenta de hasta que punto es complicado que alguna entrevista de trabajo de sus frutos, eso si conseguimos acceder a ella.

En realidad la situación a veces es tan dramática que entra la risa. Comienzas por apuntarte a tropecientas Empresas de Trabajo Temporal, te sientas delante del ordenador y pasas días enteros rellenando perfiles y currículums en todas las páginas que encuentras en las que se ofertan empleos, con el consiguiente dolor de cabeza; te das cuenta entonces que buscar trabajo resulta más agotador que trabajar, y mucho más desalentador.

Segunda fase: comienzas cada día a repasar todas las ofertas y pasas de la sorpresa a la perplejidad, de ésta a la decepción y terminas entrando en la desesperación, todo esto mientras tu autoestima se va resintiendo, cada vez más inseguro, cada vez con más miedo.
Lo primero que te preguntas es que ha ocurrido en el mundo mientras tu te partías el lomo durante 10, 15 o 20 años trabajando. ¿Tanto han cambiado las cosas? empiezas a descartar antes de que te descarten, porque ahora para ser operario en una fábrica te exigen título de FP II en electrónica, o química, o lo que sea, total para estar en la cadena de producción lijando una pieza por 750 euros al mes, que lo de ser mileurista ahora ya es un privilegio.
Buscas trabajo de camarero, en el bar de la esquina te piden nociones de inglés, allí no han visto en su vida un turista, pero nunca se sabe y por pedir que no quede. Me parece bien que lo necesiten en un chiringuito de playa, pero en un barrio de Hospitalet o Vallecas te aseguro yo que no es necesario.
De repente ves una oferta interesante, no pagan mucho pero no piden demasiados requisitos, el corazón se te dispara, esta va a ser tu oportunidad…pues tampoco, ¿grado de discapacidad? Solo por curiosidad echad un vistazo a las ofertas aunque no tengáis necesidad de ello, las ofertas en las que piden un grado X de discapacidad superan con creces al número de discapacitados que debe haber no en España, si no en toda Europa.
En este punto ya te entra la depresión, porque es que ni ese requisito eres capaz de cumplir, con todos mis respetos a los que tengan algún tipo de discapacidad, comienzas a repasar a ver si tu miopía o tu sordera pudieran englobarse en la categoría, porque ya no puedes más y tu mente no anda muy clara, el estado de ansiedad en que te hayas no se considera discapacidad, pero sí incapacita, y mucho.

Te sientas a ver la televisión, reportajes sobre jóvenes con un alto grado de formación que están planteándose irse fuera de España, y tu que no puedes, porque en Alemania ya no se pide mano de obra no cualificada. El resto de jóvenes que deciden quedarse aquí con su título de ingeniero o abogado están ocupando los puestos a los que tu podrías aspirar, porque ellos si saben inglés e informática, así que entramos en un bucle en el que todos están donde no debieran, y piensas que entonces a ti te toca bajar un escalón y dedicarte a recoger chatarra y periódicos por las calles.

Tu estado de ánimo va oscilando, la mayoría del tiempo estás hundido y te consideras un inútil, a ratos coges aire, llenas los pulmones y decides comenzar al día siguiente con fuerzas renovadas. Te levantas, coges tu currículum y comienzas a darle vueltas, cambias el formato, añades frases, ¿primero la formación y luego la experiencia? ¿y si lo pongo al revés?. Da igual, tu currículum es penoso y tu también.
Pruebas a hacer cursos del INEM, al menos ocupas tu tiempo y algo aprenderás: curso de 25 horas sobre información contable y financiera, los cursos son insustanciales, no profundizan, y aparte de conseguir un documento en el que se certifica que has participado en el curso con aprovechamiento, poco más consigues, ahora se supone- y sólo se supone – que tienes la formación, pero no cuentas con la experiencia.
Entre tanto has conseguido que te llamen para dos o tres entrevistas de trabajo, acudes nervioso y un poco perdido, desde que comenzaste a trabajar a los 16 años, no habías vuelto a pasar por esto, y una señorita con pocas ganas que casi no te mira a la cara, se limita a rellenar cuatro datos que además ya constaban en el currículum que previamente habías enviado, y tu leyendo por Internet cual es la actitud adecuada para acudir a una entrevista, como sentarte y de que forma hablar, si ni siquiera has tenido oportunidad…
Un buen día te llaman para que acudas a todo correr a una selección de personal, llegas y te ponen a trabajar inmediatamente con cuatro instrucciones sobre la tarea a desempeñar, pierdes media hora de la jornada rellenando papeles para darte de alta por una semana, punta de trabajo creo que le llaman, y motivado a tope consigues un puesto de trabajo que ya sabes que no irá más allá.
La semana que viene, vuelta a empezar…

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